Este verano escuchaba a una mamá muy preocupada porque su
hija, de unos tres años había dicho una palabrota. Le comentaba a otra que no
sabía qué hacer y si era normal. Esto me llevo a reflexionar sobre el tema
porque aunque realmente es un tema conductual no deja de ser una palabra la que
causa estragos.
La primera medida a tomar para que esto no ocurra, para que
nuestros pequeños no digan tacos, es que ni nosotros ni el entorno más próximo
los diga. Como vengo diciendo en post anteriores, la primera fuente de
imitación somos los padres y familia. Hablar bien, adecuada y educadamente
es el mejor modelo y medio preventivo.
Pero nadie somos perfectos y en alguna ocasión se nos puede
escapar un taco. A ver quién contiene la lengua si te pillas el dedo con la
puerta, se te cae medio armario al abrirlo, tu hijo lanza la figurita del
mueble… ¿Qué hacemos en esa ocasión? Pues no autorregañarnos, si es la primera
vez que pasa. No generar atención en torno a la palabra dicha. Nada de darse en
la boca, decir “caca” o cosas así. Si nuestro ávido pequeñín la repite de
manera inmediata (vaya, tardó 10 meses en decir mamá pero esto que rápido lo ha
pillado…) y nos reímos, muy típico, estamos perdidos. Ya tenemos palabrota para
tiempo.
Palabrota para nosotros, para ellos palabra nueva que hace
gracia o genera atención, que aún no tiene un contenido, no tiene un sentido
pero que cuando la digo movilizo a la gente de mi alrededor. Así que lo mejor,
desde mi opinión, es ignorar. Si, si, ignorar. Y cuando digo ignorar es ni una
mirada, ni un atisbo de risa ni enfado y mucho menos un “eso no se dice”. Ignoramos
por completo, es lo que se llama “técnica de extinción”.
Lo más posible es que si el taco generó cualquier tipo de
efecto, nuestro peque, quiera ponerlo a prueba en más contextos. ¿Qué hacemos? ¡Perseverancia, ignorar! Diga lo que diga la abuela o el vecino, ignoramos. Es el
objeto de la comunicación, si una palabra no me sirve para nada la acabaré
eliminando de mi repertorio. Y recordemos que para nuestro peques: palabrota=
palabra vacía que genera atención.
Qué aún así la palabrota no desaparece…pues vaya. A mí lo
que me ha dado resultado con algunos alumnos en este tipo de conductas ha sido
modificar el sentido de la palabra. Por ejemplo un chico de decía gilip… lo
sustituimos por chirimoyas. Así cada vez que decía la palabra en cuestión le contestábamos:
“Ah! ¿Qué quieres chirimoyas? Pero es que no es época, no hay". Dar como modelo otra palabra que suene
parecida con el fin de que elimine la palabrota. No puedo verificar que esta
sea la mejor manera pero a mí me dio resultados. Y socialmente esta más
aceptado decir “jope” que “joder”.
Otra opción sería ofrecer alternativas que no suenen tan mal. Pero ya estaríamos hablando de niños que comprenden perfectamente el sentido del insulto. Aprender vocabulario variado que dé otras posibilidades de expresión, por ejemplo bruto, cabezota, tozudo...son otras opciones al insulto.
Por último recordar e insistir, la mejor manera es la
extinción y la paciencia. Comunicar sirve para modificar el entorno, conseguir algo, ya sea físico o la atención. Si no se consigue el objetivo la palabra
pierde efectividad y tendemos a eliminarla del repertorio.
Si aún no tenéis estas dificultades, genial, estáis a tiempo de evitarlo. Y si ya las tenéis...mucha suerte y paciencia!
Espero que haya sido de ayuda. ¡Hasta dentro de unos días!
Seyla
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